TENEMOS QUE MORIR PARA VIVIR
Mateo
26:40-41. 40 Vino luego a sus discípulos, y los
halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una
hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Mis
amados cuando estuve en el hospital militar de caracas-Venezuela había un joven
llamado Carlos que batallaba contra el cáncer y necesitaba un trasplante
doble de pulmón. Y el le pidió a Dios pulmones nuevos, pero se sentía raro al hacerlo
decía el, Confesó que era algo extraño por lo cual orar porque «alguien tiene
que morir para que yo pueda vivir». Tremendo
Sabe
el dilema de Carlos resalta una verdad básica de la Escritura: Dios usa la
muerte para traer vida. Lo vemos en la historia del éxodo. Los israelitas
habían nacido en la esclavitud y decaer bajo la opresión egipcia. Faraón no
soltaría sus garras hasta que Dios se ocupó personalmente: todo primogénito
moriría a menos que la familia matara un cordero sin mancha y pintara con su
sangre los postes de las puertas de sus casas (Éxodo 12:6-7).
Hoy,
tú y yo nacimos esclavos del pecado. Satanás no soltaría las garras hasta que
Dios se ocupara personalmente: sacrificó a su Hijo perfecto sobre las vigas
ensangrentadas de la cruz.
Jesús
nos invita a unirnos a Él allí. Pablo explicó: «Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2:20). Cuando
aceptamos por fe al Cordero inmaculado de Dios, nos comprometemos a morir
diariamente con Él, y podemos andar en una vida nueva (Romanos 6:4-5). Nunca
estamos más vivos que cuando morimos con Cristo.
DIOS
TE BENDIGA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario